Con este número
nace Trinchera; bajo la imperiosa necesidad de crear nuestro propio relato
histórico desde nuestro órgano de comunicación periodístico, fiel a los designios
del pueblo.
El mundo estalla en una crisis de
paradigmas jamás vista. El imperio occidental de Estados Unidos y Europa
central, despliega su voracidad depredadora contra los pueblos a fuerza de
bombardeos. Los pueblos resisten semejante agresión en todas partes del mundo.
A los ejemplos de Irak, Afganistán y Libia, ahora hay que sumar el de Siria,
donde no sólo intervienen sus ejércitos regulares, sino que llevan adelante una
Guerra de Cuarta Generación
donde
involucran a mercenarios, diplomáticos conspiradores y, fundamentalmente, a los
medios infocomunicacionales distorsionadores de la realidad para generar
consenso bélico en la opinión mundial.
En Nuestra América mientras los
pueblos luchan a destajo para avanzar en la conquista de derechos, Estados
Unidos siembra el continente de bases militares. Los golpes de Estado de nuevo
tipo en Honduras y Paraguay, son ensayos exitosos que prueban que la revancha
del enemigo está a la vuelta de la esquina. En todos los casos de golpes
fallidos o exitosos, o de desestabilizaciones institucionales, los medios de
comunicación ocuparon un lugar central en el armado político-reaccionario. Si solamente
cuatro corporaciones -O Globo de Brasil, Televisa de México, Cisneros de
Venezuela, Grupo Clarín de Argentina- retienen el 60% de la rentabilidad total
de los mercados y de las audiencias del continente, podemos sospechar que no es
producto de la casualidad semejante concentración de poder, sino que obedece a
una estrategia de dominación imperial de gran alcance.
Hoy el pueblo argentino vuelve a
presenciar manifestaciones de los sectores más reaccionarios de la sociedad,
impulsados precisamente por corporaciones mediáticas que detentan el poder de
la palabra. Intentan derrumbar el capital político popular acumulado durante la
resistencia al neoliberalismo que logró plasmarse integralmente en las gestas
insurreccionales del 19 y 20 de diciembre de 2001. Intentan construir la idea
del cacerolazo como la gran herramienta de lucha de los argentinos. En el 2001
funcionó como un símbolo de la protesta porque la vangurdia del descontento
popular estaba capitalizado por el pueblo pobre organizado, los piqueteros.
Pero hoy no tiene ese carácter porque el ruido que parten de sus cacerolas es
reaccionario, sino de otro modo no captarían el apoyo y la simpatía de Macri,
de Binner, de Stolbizer, de Bullrich, de Pando y de cuanto facho anda dando
vueltas con la intención de llevarnos puesto a los argentinos. Esas
movilizaciones no tienen cuerpo orgánico desde las estructuras políticas
tradicionales, pero sí de las grandes corporaciones infocomunicacionales. En
esta clave, también debemos interpretar las últimas manifestaciones “milicas”
de los gendarmes y prefectos, porque no son laburantes, son represores.
Son tiempos donde los sectores
populares organizados, más allá del gobierno, debemos construir nuestra propia
agenda de lucha en función de nuestros intereses, que jamás serán los de la Sociedad Rural ,
Techint, Clarín, Barrick Gold, Monsanto, Spolski y de todas las corporaciones
económicas.
Pueblo discutiendo política en las
calles, penetrando el Estado con su impronta para aniquilar todas las
posibilidades de que ganen esta pulseada los sectores más oscuros y que puedan
seguir consolidando el modelo económico saqueador extractivista de bienes
comunes naturales y culturales.
Queremos aclararlo de entrada:
Trinchera no es sólo una revista para la Facultad de Periodismo.
Nuestro propósito es mucho mayor;
intentaremos con humildad aportar nuestro grano de arena para disputarles la
hegemonía de la palabra a todos aquellos corrompidos y mercenarios que día a
día se interponen en el camino de la liberación de la Patria.
Compañeros, el
periodismo no es un título de la academia. Es una forma de interpretar la
realidad que vivimos cotidianamente, por eso es crucial establecer desde qué
vereda queremos transitar la profesión y nuestras vidas. Establecer si vamos a
contribuir a la justicia y dignidad de los pueblos o a la rapiña de los
poderosos que todo lo quieren para ellos.
Nacimos en la Facultad de Periodismo de
la UNLP como
militantes políticos. Por eso vemos con preocupación también que la centralidad
de la militancia de muchos compañeros de las agrupaciones de la facultad
transcurra banalmente ofreciendo termos, facilitando resúmenes, o pidiendo
balances. Somos militantes políticos, no administradores. Los centros de
estudiantes deben brindar buenos servicios, pero esa no puede ser nuestra
propuesta política porque aporta al desarme intelectual y práctico de la
militancia impulsada por el neoliberalismo.
Por eso no podemos
dejar pasar un minuto más. Tenemos que escribirnos encima, soltar nuestros
ataques verborrágicos contra el enemigo. Porque el desafío es enorme y debemos afrontarlo
con determinación. Hay muchísimos discursos colonizantes que derrumbar, muchísimas
conciencias hegemónicas que romper.
Nuestra lectura de los
acontecimientos no puede estar supeditada a lo que ellos ofrecen como noticia.
Creemos nuestra propia agenda contra-hegemónica. Forcemos el debate, la
discusión, en todos los ámbitos. Fortalezcamos nuestras verdades, hagámosla
oír. Demos voz y entidad a lo que no se quiere mostrar, a lo que no conviene
decir. Formemos un frente de
resistencia a la invasión informativa. Ni periodismo corporativo, ni periodismo
orgánico. Somos Masetti, y esta es nuestra TRINCHERA de la comunicación
militante, popular y antiimperialista.