revista Trinchera

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jueves, 18 de octubre de 2012

Cavar Trinchera de lo conquistado ante el ruido reaccionario de las cacerolas



Con este número nace Trinchera; bajo la imperiosa necesidad de crear nuestro propio relato histórico desde nuestro órgano de comunicación periodístico, fiel a los designios del pueblo.
El mundo estalla en una crisis de paradigmas jamás vista. El imperio occidental de Estados Unidos y Europa central, despliega su voracidad depredadora contra los pueblos a fuerza de bombardeos. Los pueblos resisten semejante agresión en todas partes del mundo. A los ejemplos de Irak, Afganistán y Libia, ahora hay que sumar el de Siria, donde no sólo intervienen sus ejércitos regulares, sino que llevan adelante una Guerra de Cuarta Generación  donde involucran a mercenarios, diplomáticos conspiradores y, fundamentalmente, a los medios infocomunicacionales distorsionadores de la realidad para generar consenso bélico en la opinión mundial.
En Nuestra América mientras los pueblos luchan a destajo para avanzar en la conquista de derechos, Estados Unidos siembra el continente de bases militares. Los golpes de Estado de nuevo tipo en Honduras y Paraguay, son ensayos exitosos que prueban que la revancha del enemigo está a la vuelta de la esquina. En todos los casos de golpes fallidos o exitosos, o de desestabilizaciones institucionales, los medios de comunicación ocuparon un lugar central en el armado político-reaccionario. Si solamente cuatro corporaciones -O Globo de Brasil, Televisa de México, Cisneros de Venezuela, Grupo Clarín de Argentina- retienen el 60% de la rentabilidad total de los mercados y de las audiencias del continente, podemos sospechar que no es producto de la casualidad semejante concentración de poder, sino que obedece a una estrategia de dominación imperial de gran alcance.
Hoy el pueblo argentino vuelve a presenciar manifestaciones de los sectores más reaccionarios de la sociedad, impulsados precisamente por corporaciones mediáticas que detentan el poder de la palabra. Intentan derrumbar el capital político popular acumulado durante la resistencia al neoliberalismo que logró plasmarse integralmente en las gestas insurreccionales del 19 y 20 de diciembre de 2001. Intentan construir la idea del cacerolazo como la gran herramienta de lucha de los argentinos. En el 2001 funcionó como un símbolo de la protesta porque la vangurdia del descontento popular estaba capitalizado por el pueblo pobre organizado, los piqueteros. Pero hoy no tiene ese carácter porque el ruido que parten de sus cacerolas es reaccionario, sino de otro modo no captarían el apoyo y la simpatía de Macri, de Binner, de Stolbizer, de Bullrich, de Pando y de cuanto facho anda dando vueltas con la intención de llevarnos puesto a los argentinos. Esas movilizaciones no tienen cuerpo orgánico desde las estructuras políticas tradicionales, pero sí de las grandes corporaciones infocomunicacionales. En esta clave, también debemos interpretar las últimas manifestaciones “milicas” de los gendarmes y prefectos, porque no son laburantes, son represores.
Son tiempos donde los sectores populares organizados, más allá del gobierno, debemos construir nuestra propia agenda de lucha en función de nuestros intereses, que jamás serán los de la Sociedad Rural, Techint, Clarín, Barrick Gold, Monsanto, Spolski y de todas las corporaciones económicas.
Pueblo discutiendo política en las calles, penetrando el Estado con su impronta para aniquilar todas las posibilidades de que ganen esta pulseada los sectores más oscuros y que puedan seguir consolidando el modelo económico saqueador extractivista de bienes comunes naturales y culturales.

Queremos aclararlo de entrada: Trinchera no es sólo una revista para la Facultad de Periodismo.
Nuestro propósito es mucho mayor; intentaremos con humildad aportar nuestro grano de arena para disputarles la hegemonía de la palabra a todos aquellos corrompidos y mercenarios que día a día se interponen en el camino de la liberación de la Patria.
Compañeros, el periodismo no es un título de la academia. Es una forma de interpretar la realidad que vivimos cotidianamente, por eso es crucial establecer desde qué vereda queremos transitar la profesión y nuestras vidas. Establecer si vamos a contribuir a la justicia y dignidad de los pueblos o a la rapiña de los poderosos que todo lo quieren para ellos.
Nacimos en la Facultad de Periodismo de la UNLP como militantes políticos. Por eso vemos con preocupación también que la centralidad de la militancia de muchos compañeros de las agrupaciones de la facultad transcurra banalmente ofreciendo termos, facilitando resúmenes, o pidiendo balances. Somos militantes políticos, no administradores. Los centros de estudiantes deben brindar buenos servicios, pero esa no puede ser nuestra propuesta política porque aporta al desarme intelectual y práctico de la militancia impulsada por el neoliberalismo.
Por eso no podemos dejar pasar un minuto más. Tenemos que escribirnos encima, soltar nuestros ataques verborrágicos contra el enemigo. Porque el desafío es enorme y debemos afrontarlo con determinación. Hay muchísimos discursos colonizantes que derrumbar, muchísimas conciencias hegemónicas que romper.
Nuestra lectura de los acontecimientos no puede estar supeditada a lo que ellos ofrecen como noticia. Creemos nuestra propia agenda contra-hegemónica. Forcemos el debate, la discusión, en todos los ámbitos. Fortalezcamos nuestras verdades, hagámosla oír. Demos voz y entidad a lo que no se quiere mostrar, a lo que no conviene decir.       Formemos un frente de resistencia a la invasión informativa. Ni periodismo corporativo, ni periodismo orgánico. Somos Masetti, y esta es nuestra TRINCHERA de la comunicación militante, popular y antiimperialista. 

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